Al amanecer....

El subte se mueve intranquilo. El cuadro es perfecto, la madera casi centenaria, la chica embarazada frente a mi, el anciano sentado a mi lado, el tipo de 30 que a veces cae en la cuenta de que ya no le queda tiempo, la pareja de amantes cuarentones a los que no se les agota la pasión, los niños sin techo sentados al fondo, la señora que se olvidó de lo que es el amor, la señora que no para de añorarlo, el señor al que ya no le importa.

Hace calor, desesperante, húmedo, pesado como el humo de un cigarro armado. Hago la combinación y el otro subte. Blanco y sucio. Moderno y sucio. Todos con cara de preocupación. El viejo frente a mi, que no acepta las tarjetitas de la niña que pide limosna, con el rostro endurecido y agotado al mismo tiempo. Ese viejo de mierda, que lleva viajando en las entrañas de la ciudad desde los años veinte. Lo miro y lo que veo es eso, a un viejo de mierda, como yo y todos los que están al lado mio. Un viejo que lleva casi cien años con el mismo rostro de preocupación que tenemos nosotros ahora. Incómodos de estar bajo tierra con tanto desconocido, con tanto niño pidiendo limosna, con tantos hombres pensando en una mujer, con tantas mujeres pensando en un hombre. De tantas personas que ni se ven.

Esta no es vida. Afuera llueve, truena y hace calor. Un calor desesperante y húmedo. Pesado como el humo de un cigarro armado. Llueven penas, copiosas penas. Copiosas preocupaciones, copiosos desencuentros y copioso olvido. Toda la calle con su resplandor anaranjado vomita silencio. Y sobre su penumbra me deslizo incomodo, deseoso de llegar a ningún lugar. Esta no es vida no...

Entro en mi departamento vacío, en mi pieza de paredes limpias, en mi cama vacía que se me hace demasiado grande. Y pienso que debo dejar de buscar musas. La resaca no me la puedo, me taladran las copas, los vinos, las cervezas, los wiskies, los vodkas y el fernet de la noche. Pienso en el amor, en el desamor, en la niña de los grandes ojos y la sonrisa de ninfa. Y pienso que debo dejar de buscar musas. Quizás solo debía bailar unos reggetones y olvidarme de querer pintar. Ni un porro tengo, solo la extraña sensación de sentirme ridículo. En el fondo sé que los envidio, que deseo esa capacidad de olvido, esa capacidad de vivir en lo temporal. Lo temporal. Y es que vivo atrapado en la negra espalda del tiempo. Transitando los caminos en paralelo. Y pienso que debo dejar de buscar musas.

Quisiera poder tomar mi croquera y dibujar. Pero el pulso no me da.

1 comentarios:

  Sil

15 de noviembre de 2009, 12:06

Siempre un placer leerte! me dejaspensando mas de una vez :)
Saludos

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